En el último mes y medio, la imagen de una multinacional sólida y ejemplar como Pescanova, hecha a sí misma durante más de cinco décadas, ha sido sustituida por la de una caótica, pésimamente gestionada y casi arruinada compañía.
La preocupación comenzó cuando los problemas financieros del holding empezaron a salir a la luz y se han ido transformado en verdadera alarma conforme han ido apareciendo más y más fisuras en el casco del buque: la presentación de concurso de acreedores hecha por la alta dirección, encabezada por el Presidente y principal accionista Manuel Fernández de Sousa-Faro (una decisión que no fue respaldada unánimemente por su consejo de administración, cuya guerra interna es de dominio público); planes de refinanciación en suspenso por los bancos acreedores, la suspensión de la cotización en Bolsa ; inminentes problemas de flujo de caja, tensiones de tesorería en las filiales; demandas de un grupo de accionistas minoritarios y más.
Como Juan José Santamaría, presidente del Instituto de Economistas de Pontevedra y profesor de Economía Aplicada en la Universidad de Vigo, explicó a SeafoodSource, la situación se ha vuelto más complicada “debido a la falta de transparencia, incluso con los propios auditores de Pescanova. La información que la compañía ha facilitado hasta la fecha es extremadamente sesgada e imprecisa”.
Es esta falta de transparencia la que ha llevado tanto a BDO, empresa auditora de la compañía, y varios miembros de la junta -incluyendo a los otros dos accionistas principales, la fábrica catalana de cerveza Damm y la sociedad de inversión de Luxemburgo, Luxempart- a negarse a firmar las cuentas anuales, con deudas ocultas estimadas en más de 1.400 millones de euros (1.800 millones de dólares), además de la deuda públicamente declarada de 1.500 millones de euros (2.000 millones de euros). La Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) fijó el 15 de abril como fecha límite para que Pescanova presente sus cuentas, aunque pocos creen ahora que la información suministrada sea completa o - sobre todo- que sea de confianza.
¿Hay alguna forma de salvar la compañía? En opinión de Santamaría, “el problema no es la rentabilidad, ya que la compañía tiene mercado, sino que son la falta de liquidez y la renovación de la deuda. El futuro depende de sus directores, ya que hay diferencias entre ellos que pueden ser insalvables”.
“Queda por ver si la empresa será viable: si es así, podría haber despidos, que darían algo de aire para respirar”, afirmó Santamaría. “También ayudaría si vendiesen sus activos en algunos países, quizás en Chile. En el peor de los casos, podríamos ver la liquidación de una empresa inmensa, pero espero que eso no ocurra, ya que no hay muchas multinacionales o inversores en la industria para los que pueda ser de interés”.
El que la multinacional gallega pueda salvarse de una posible quiebra “dependerá en gran medida de la cifra final de las pérdidas ocultas –que, al parecer, solo conoce el señor Fernández de Sousa”, afirmó Pau Morata, profesor del Master de Marketing y Distribución en la Escuela de Postgrados de la Universidad Autónoma de Barcelona. “La clave estará en qué medida el desequilibrio patrimonial permitirá una vía a medio y largo plazo a partir de la situación actual de concurso de acreedores, con fuertes pérdidas para los acreedores y enormes pérdidas para los accionistas, algunos de los cuales parecen haber aceptado que su inversión va a terminar sin valor ".
Morata afirmó a SeafoodSource, “el proceso es complejo porque es un holding de empresas, algunas de ellas son viables y otras no. Algunos de los accionistas más adinerados podrían salvar Pescanova pero, para tomar una decisión, tendrán que valorar el alcance de las pérdidas y poner un valor los ingresos y gastos financieros”.